
Por: José Miguel Guzmán, co founder de Whitestack.
En un mundo donde la conectividad es sinónimo de desarrollo, el Día Mundial de las
Telecomunicaciones y la Sociedad de la Información nos obliga a mirar de frente los
desafíos —y especialmente las oportunidades— que enfrenta nuestra región. América Latina
ha demostrado que puede jugar en las grandes ligas: hoy, Chile lidera en velocidad de
internet en todo el continente con 240.43 Mbps, según Speedtest Intelligence.
Pero incluso países con menor infraestructura como Costa Rica (51.85 Mbps), Argentina (42.14 Mbps) o
México (41.46 Mbps) no están tan lejos de dar un salto significativo si se apuesta por
modernizar las redes, migrar a arquitecturas abiertas y formar talento técnico especializado.
Las redes ya no solo deben conectar usuarios, sino que también necesitan habilitar
ecosistemas enteros de servicios digitales.
¿Puede una red 4G tradicional soportar las demandas de latencia mínima que exige un hospital digital o una industria automatizada? ¿Podemos seguir operando con arquitecturas rígidas cuando el mercado demanda
innovación constante y agilidad operativa? La respuesta es evidente. Las Telcos necesitan
evolucionar, y la nube —específicamente el Telco Cloud— se ha vuelto la pieza clave de esa
evolución.

Según el informe La Economía Móvil en América Latina 2023 de GSMA, ocho países de la
región ya han lanzado servicios comerciales de 5G y se proyecta que esta tecnología
representará cerca del 60% de las conexiones móviles para 2030. Además, el 55% de los
operadores con redes activas ya ha anunciado su migración a 5G Stand Alone (SA), clave
para habilitar casos de uso de baja latencia, partición de red e IoT masivo.
Este avance no será posible sin una transformación profunda en las infraestructuras. La
mayoría de los despliegues actuales de 5G en América Latina se han construido sobre
arquitecturas Non-Standalone (NSA), que dependen de tecnologías 4G heredadas. La
migración 5G SA exige una transición hacia arquitecturas nativas en la nube, la cual es
capaz de cambiar la lógica técnica del despliegue y el esquema de negocio de estas.
En este contexto, el Telco Cloud se vuelve indispensable porque permite operar redes
flexibles, escalables, automatizadas y mucho más seguras. Pero sobre todo habilita nuevos
servicios que pueden generar impacto real en industrias como la salud, la educación, el
transporte y el entretenimiento.
En mi experiencia trabajando en transformación digital e infraestructura crítica en la región,
he visto cómo las redes heredadas están llegando a su límite. La buena noticia es que ya
existen alternativas viables, probadas en terreno, que permiten escalar servicios con
eficiencia y adaptarse a nuevas demandas sin sacrificar control ni soberanía tecnológica.
Casos como el de Internet Para Todos en Perú, donde los principales operadores comparten
infraestructura móvil desplegada sobre nuestra tecnología, o la red HyperNET en Chile, reconocida por ser la más rápida de América Latina en 2022 y 2023, demuestran que este
modelo no solo es viable, sino urgente.
Para que la región lidere en la materia se necesita decisión, colaboración y visión
compartida. Iniciativas como laboratorios regionales de interoperabilidad, programas de
formación especializada y concursos como el Whitestack Challenge —que convoca a
especialistas en Telco Cloud a resolver desafíos reales— apuntan justamente a eso:
construir una comunidad técnica sólida que no dependa de soluciones importadas, sino que
impulse la innovación desde dentro, con talento local.
La región ya tiene las capacidades, cuenta con casos de éxito y muestra una clara
motivación por el tema. Lo que falta es dar el paso a escala. Por eso, podemos —y
debemos— liderar nuestra propia transformación digital, pero eso empieza por cómo
diseñamos, operamos y escalamos nuestras redes.